¿Por qué se debilitan las iglesias?

Mateo 15:13-16

En medio de los tiempos que vivimos, se hace cada vez más evidente que el mundo necesita una iglesia cristiana fuerte. Las razones son varias, pero podemos decir:

  1. Porque esta sociedad necesita a Dios. ¿Dónde más este mundo va a encontrar a Dios si la iglesia no lo anuncia? Si la iglesia calla este mundo no escuchará el mensaje de salvación.
  2. Porque la iglesia es esa “ciudad sobre un monte”. Dios nos encendió para ser luz para el mundo y sal de la tierra.
  3. Este mundo necesita escuchar una voz profética certera. La vocación profética de la iglesia implica dos labores importantes. Por un lado, llamar a las personas a volverse a Dios y por otro, advertirles las consecuencias de no hacerlo. 
  4. Dios usa a la iglesia como esa “medida” o “muestra”, como lo hizo con Job. Dios le dijo al diablo: “Mira a Job, no ha nadie como él en la tierra”. Dios también necesita una iglesia pura y santa que sea la medida en una sociedad. Dios anhela decir de su iglesia ante el mundo: “Mira mi iglesia, cómo se aman. Mira las familias cristianas, así debe ser una familia. Mira los matrimonios, así debe ser un matrimonio”. Siempre se dice que la iglesia es la reserva moral de una nación. Pero una iglesia no es reserva moral sólo por predicar la verdad, sino principalmente por vivir esa verdad que predica. ¿De qué manera Dios le puede dar al mundo una muestra de lo que significa seguirle y vivir para Él? Solo mostrando a la iglesia.

Existiendo tanta necesidad, es paradójico ver que la iglesia paulatinamente va perdiendo su poder en medio de la sociedad en la que vive. Ese poder, que proviene del Espíritu Santo, se evidencia en la capacidad de impactar el lugar en el que se encuentra con el Evangelio.

Lamentablemente la iglesia se ha empecinado en buscar solo un impacto de gran magnitud en lugar de buscar un fruto más austero pero medible y con más potencial de ser perdurable en el tiempo. Me explico. La iglesia ha considerado poca cosa promover solo la predicación al vecino o al discipulado persona a persona de familias e individuos y ha ido, en lugar de ello, por el “premio gordo”.

Queremos tomar un atajo para el crecimiento y el desarrollo e ir a lo grande de inmediato. Es por eso que hoy todos quieren ministrar a las masas. Tomar las comunicaciones y el Internet. Televisión, radio, redes sociales, plataformas de streaming, etc. Además está el avance de la iglesia en la política. Queremos llegar al segundo piso, pero sin usar cada escalón de la escalera. “¿Para qué, si existe el ascensor?” dirían algunos. No estoy en contra de que la iglesia tenga presencia en cada una de esas áreas. Pero debemos reconocer que es muy difícil medir si es que hay avance, si es que realmente el mensaje está llegando a quienes lo necesitan y si está haciendo el efecto esperado. En otras palabras, ¿se están convirtiendo verdaderamente las personas?, ¿están siendo discipuladas?, ¿los likes, las veces que se comparte la página y los views ha cambiado nuestra forma de hacer ministerio? ¿son estas últimas cosas las que nos llevan a tomar decisiones importantes?. En el afán de buscar alcanzar a más personas hemos comprometido el ministerio de la iglesia y esto tiene un impacto directo en la efectividad de la iglesia.

Me atrevo a enumerar algunas cosas que hemos estado haciendo como iglesia que no han sido beneficiosas para el ministerio de ser sal de la tierra y luz para este mundo.

  1. Los pastores no estamos valorando el ministerio ni la iglesia como debemos hacerlo. Esto es muy malo. Cuando los siervos de Dios ya no le dan a la iglesia la importancia que merece, la iglesia se va debilitando. Y no me refiero solo a pasar mucho tiempo en el templo o desarrollando muchas actividades. Sino a la Palabra que se predica a la iglesia y acerca de la iglesia. Cuando los siervos de Dios comienzan a promover otras alternativas al trabajo ministerial, supuestamente para alcanzar los mismos fines, la iglesia se debilita. Y hoy se predica mucho acerca de la necesidad de que los pastores se involucren en política u obras sociales o en la empresa. Que de la política se preocupen los cristianos que tienen llamado a la política, al igual que de las obras sociales y de ganar dinero. Pero no los pastores, que estamos llamados a pastorear el Pueblo de Dios y a proclamar la Palabra eterna. Los siervos de Dios no somos músicos, ni políticos, ni activistas sociales, ni empresarios, ni nada por el estilo. Somos Siervos de Dios con el llamado específico de proclamar las Buenas Nuevas y de guiar la Grey de Dios.
  2. El compromiso de las personas con la iglesia. Al debilitarse el compromiso de las personas con la iglesia local, también se debilita la iglesia. Lamentablemente en este sentido también los líderes somos responsables, porque cuando hablamos de compromiso generalmente nos referimos al dinero. Y aunque nuestro compromiso con la iglesia también lo incluye, no es lo único. Las necesidades de la iglesia se cubren con los miembros de la iglesia. ¿Y qué necesita la iglesia? Personas. Personas que sean ministros y que sean siervos. Del sustento económico de la iglesia se va a encargar Dios. Pero el dinero por sí solo no a va predicar el evangelio, no va a discipular a las personas. No va a orar por el enfermo. Por lo tanto el compromiso de las personas con la iglesia es el compromiso a hacer lo que la Biblia dice que debe hacer el cristiano y hacerlo en su iglesia local.
  3. Escasez de Palabra de Dios en las vidas de las personas. Cuando la Biblia no es algo relevante en las vidas de los cristianos la iglesia sufre. En lugar de pastorear a las personas y guiarlas a cumplir con el plan de Dios para sus vidas, las iglesia se pasan el tiempo asistiendo en lugar de discipular. O sencillamente enseñándoles las mismas cosas una y otra vez.
  4. Falta de la presencia del Espíritu Santo en las vidas de los cristianos. Al faltarnos la presencia del Espíritu Santo carecemos de la santidad y el temor de Dios necesarios para vivir vidas que le agraden cien por ciento a Dios. No poseemos tampoco el poder que caracteriza a una vida llena del Espíritu Santo, una vida victoriosa sobre el pecado y las circunstancias que nos rodean.

Todos queremos que el Reino de Dios avance y que las personas conozcan a Dios y entreguen sus vidas a Cristo. Sin embargo, para que esto suceda debemos hacer lo correcto. Y el camino es el arrepentimiento. Arrepentirnos y enmendar el rumbo. Comenzar a hacer las cosas de una manera diferente. Poner a Dios y Su Palabra como nuestro norte y dirigirnos hacia allá. Asegurarnos de buscar la llenura de Su Espíritu y vivir vidas victoriosas sobre el pecado y el mundo. De esa manera seremos esa iglesia poderosa que lleve fruto permanente que glorifique a Dios.

Pastor David Soto Oliva.

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